El cuento del pirata

He soñado con un pirata de labios rojos que no sonreían, que navegaba en busca de un lugar: la isla solar.

Una isla de colores, que olía a frutas y a flores y quien la encontrase, viviría feliz para siempre. Con sólo poner un pié en tierra, todo eran risas y la alegría se apoderaba de los sentidos.

Aquel pirata se dejaba llevar por los vientos, las olas y por su corazón, seguro de que así algún día la encontraría y brillaría hasta en la oscuridad.

Una noche, entre vaivenes, una musiquilla dulce y loca invadió sus oídos y quedó instantáneamente embrujado por deliciosos cantos de sirena, que le hicieron perder la cabeza y el sur.

Camino a la perdición naufragaba, cuando unos destellos como mil espejos, llamaron su atención. ¡Era un faro! Un faro que con su luz consiguió deshacer el hechizo y, como si de una cuerda invisible se tratase, lo arrastró hasta su orilla, rescatándolo de la mar.

Y tan pronto el primer grano de arena rozó su piel, ésta se le llenó enterita de lunares y, entre compases de vida y soles, el valiente pirata comprendió que ya nunca volvería a estar triste.

 

Mamen Martín Muñiz