El Flamenco tu pasaporte

El Flamenco tu pasaporte

Fiesta: el flamenco tu pasaporte

Después de haber descrito toda la inmensa gama de beneficios que podemos recibir a través de la Autoestima Flamenca, nos queda por referir un regalo más que recibe quien asiste a estos talleres, quizás el más rico. A partir de aquí se abre la puerta para profundizar en una afición que va a reportar muchísimas satisfacciones.
Y es que dedicar un tiempo al arte en general y al flamenco en particular, nos hace sacar la parte más creativa de nosotros/as mismos/as. Nos recreamos en pulir una parte de nosotros/as, ampliamos nuestra capacidad de percibir, nos hacemos más sensibles, afinamos en nuestra expresión… Cultivamos, en suma, características que nos hacen crecer como personas.
El aficionao al flamenco tiene ante sí la oportunidad de disfrutar de un placer inagotable. Nuestra curiosidad va creciendo a la par que aprendemos más. El campo se va ampliando: nos interesa conocer mejor el cante, la guitarra, la percusión, el baile… y dentro de cada uno de ellos, los palos, los diferentes estilos, la historia, las figuras y de ahí podemos continuar con los objetos, vestuario, abalorios, instrumentos…

Para llegar hasta ahí no hace falta dedicarse profesionalmente al arte. Aunque también es verdad que este conocimiento nos puede abrir puertas para la creación de empleo. Actividades profesionales relacionadas con este mundo se pueden desarrollar con mayor fundamento cuando se conocen desde dentro: confección de calzado, ropa, construcción de tablaos, montaje de equipos de sonido e iluminación, realización de fotografías, grabación de imágenes, representación de artistas… incluso el dueño o los trabajadores de un bar o el portero de un teatro pueden desempeñar mejor su trabajo y con mayor satisfacción cuando conocen mejor este mundo.

 

Fiesta: el flamenco tu pasaporte

Pero hay más. El caudal de conocimiento no está únicamente recogido en grabaciones o escritos. Hay una sabiduría popular de anécdotas, leyendas y vivencias subjetivas de cada cual riquísima. No sólo aprendemos en las academias, también en reuniones, fiestas, conversaciones en la barra de un bar, BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones)… El flamenco está en la calle, lo cual es una razón más para reivindicar que la calle es de todos/as y tenemos derecho a disfrutar de ella como lugar fecundo de encuentro e intercambio de experiencias. De las muchísimas personas con las que hemos compartido vivencias, no sólo los artistas me han transmitido su sabiduría. Recuerdo una ocasión que tomé un taxi en el barrio de Triana; en pleno atasco de tráfico, el taxista me relató cómo él había sido testigo de la transformación del barrio, fruto de la especulación urbanística. Ésta había destruido la fértil convivencia que allí se había dado. De ahí la conversación derivó a su experiencia algunas décadas atrás, en la que vivió en la cava. Aquello era una descripción de primerísima mano de una época en la que gitanos y gachés no hacían distinciones de razas para apoyarse unos a otros. Me habló del arte compartido, de los muchos momentos vividos en los que el flamenco era su consuelo…

Cultura: el flamenco tu pasaporte

El interés a nivel mundial por el flamenco lleva a favorecer encuentros a nivel personal en los lugares más recónditos, en los que el idioma lo constituyen la música y el baile.
Las enseñanzas que recibí de mis maestros/as, compañeros/as y alumnos/as me han llevado a comprender el gran alcance -a todos los niveles- que puede llegar a tener el flamenco. Las experiencias escritas en el foro son fieles testigos de sus vivencias. Por mi parte, relato dos de las muchas que he tenido el privilegio de vivir en estos años:
En el pueblo de Dalías, en Almería, se realizó un taller de Autoestima Flamenca para una Asociación de Mujeres. Aunque de corta duración, debido a la multitud de compromisos laborales y familiares de las asistentes, fue lo suficientemente estimulante para solicitarlo para el año siguiente. Resultó ser una puerta abierta para salir de los complejos descritos al principio de este trabajo: frases del tipo de ‘no tengo gracia’ o ‘no he nacido en un entorno flamenco’, se habían convertido en una losa para la expresión espontánea a través del flamenco y en una actitud de severidad hacia quienes pretendiesen vivir el flamenco activamente. Para el siguiente curso el ‘boca a boca’ fue la mejor publicidad, diseñándose dos actividades: un curso de baile para las mujeres de la asociación y otro de percusión con palmas para los integrantes de la peña flamenca (mayoritariamente hombres). A pesar de que no resultó fácil superar la enorme distancia entre hombres y mujeres, se concluyó con un encuentro festivo entre ambos colectivos. Después de muchos años de existencia, la peña celebró por primera vez un encuentro de estas características. Trascender el papel de espectadores del flamenco para convertirse en participantes activos/as supuso una transformación en la rigidez de los roles asignados, una posibilidad inédita de expresarse abiertamente y ser aceptados/as, lo que conlleva una mejora indudable de la convivencia. Las restricciones impuestas por los ‘puristas’ tuvieron que dar paso a una actitud más receptiva, benévola y fecunda. Llamó la atención la presencia de un aficionao, que llevaba diez años sin aparecer por allí por antiguas rencillas que habían quedado enquistadas. El premio a esta reconciliación se repartió por igual: este señor tuvo la ocasión de desarrollar su pasión por el cante y todos/as pudimos disfrutar del cante en vivo, estimulándonos para atrevernos a bailar y cantar sin ser juzgados.

Fiesta: el flamenco tu pasaporte

En el barrio sevillano de las Tres Mil Viviendas, como ya referí en relación al valor del ambiente generado en las clases, se ha ido forjando una red de apoyo entre las personas asistentes a los talleres de baile. El hecho de reclamar ese espacio de tiempo como propio, ha traído un efecto multiplicador que ha afectado a la vida social y familiar de los/as participantes. El taller, compuesto mayoritariamente por mujeres, suponía un símbolo de libertad para personas cuya actividad había sido exclusivamente la de criar a sus hijos/as, cuidar a los demás y sacar a los suyos adelante. Esta aspiración de disponer de un tiempo para ellas mismas se enfrentaba con la dificultad de las duras condiciones de vida a las que se veían sometidas: dificultades económicas, trabajos alienantes con horarios insufribles y, en determinadas ocasiones, dentro de sus propias familias: dicha aspiración entraba en contradicción con esquemas patriarcales en los que no se contempla el reparto de tareas domésticas y una mentalidad del tipo de “la mujer en la casa y con la pata quebrada”. Sin embargo, los modelos que representaban unas compañeras para otras y la solidaridad entre ellas, fueron agentes de transformación decisivos. La vida familiar evolucionó, ya que la mujer había trascendido su papel de madre y esposa recluida en el hogar; esto no sólo supuso un ejemplo para sus hijos/as, sino que benefició al ambiente familiar, creándose una atmósfera más alegre y una convivencia más distendida. Sin embargo, también hubo otros casos en los que se llegó a un enfrentamiento extremo, como le ocurrió a L. cuando su marido pretendió imponer su autoridad por las bravas abriéndole de un golpe la cabeza. La seguridad que le brindó el grupo le permitió separarse de su agresor y rehacer su vida; de no haber contado con este apoyo, es muy posible que hubiera caído en el círculo vicioso de la víctima de violencia de género, en el que hubiera sido incapaz de salir de esta situación.

Conviviencia: el flamenco tu pasaporte

Experiencias realizadas en barrios marginales, en zonas rurales, mujeres supervivientes a los malos tratos, inmigrantes, mayores, niños, adolescentes y amantes del flamenco y del Crecimiento Personal, se unen a otras realizadas por diferentes profesionales desde otras metodologías, pero igualmente fructíferas: las realizadas en la escuela, con gitanos en situación de exclusión, en la cárcel, con discapacitados o personas con trastornos mentales graves. Todas ellas son un estímulo para seguir investigando en las muchísimas posibilidades que nos ofrece este arte para ayudar a integrar a colectivos desfavorecidos, para evolucionar como personas y para aprender un poco más de flamenco.
Comprendiendo los códigos de respeto al conocimiento y las vivencias de cada uno/a, la afición al flamenco nos iguala y acerca sin reparar en estatus sociales, ideologías, edades, ni diferencias de género. En la sociedad que nos ha tocado vivir “todo el mundo nos separa por dos distintos senderos”, como cantaba Bernarda de Utrera. Prisioneros de un estilo de vida cada vez más sectorizado, individualista y solitario, el flamenco sigue siendo hoy vehículo de comunicación y elemento cohesionador de personas. No hace falta salir de gira para viajar a universos inaccesibles. Basta con que adonde vayas, lleves contigo el flamenco como tu pasaporte.