– Tú vente a las clases de los jueves que terminarás siendo mi cantaora…
Cuando Carlitos me dijo esto, lo acepté pero de una manera muy escéptica; pensaba yo voy pero eso de cantar… este chaval está loco.
El primer día que fui a las clases de los jueves nunca imaginé que todas esas personitas que se acercaban para presentarse terminarían por convertirse en parte de mi vida.
Poco a poco me fui integrando en el grupo y no me costó mucho trabajo, mi Piña es muy especial e hicieron que este proceso fuera más sencillo y emocionante de lo que pensaba.
Han sido meses de compartir sensaciones, emociones, sentimientos, confidencias, cervecitas, tangos, abrazos, besos, cariño, amor… tanto amor que me faltan palabras para describir lo feliz que me siento de haberos conocido.
De pequeñita cantaba y bailaba durante todo el día y, de la mano de mi abuelo, aprendí a escuchar esa musiquita que tanto me gustaba. A través de él fui conociendo a Manolo Caracol, Lole y Manuel, Camarón y muchos otros… pero un día dejé de bailar y cantar… lo dejé hasta hace un año.
Ahora pienso cómo he podido estar tantos años ignorando algo que me aporta tanto y tanto.
Bailar delante de otras personas era una misión casi imposible para mí y he pasado mucho tiempo sin poder bailar cuando alguien me miraba. Me entraba la risa, la vergüenza, los nervios y no podía mantener la mirada de mis compis. Con mucho trabajo y mucho esfuerzo he terminado bailando sin que nada de lo de antes me afecte y la satisfacción que esto me da es muy grande (ahora sólo me queda hacer lo mismo con el cante).
A mí el flamenco me ha devuelto una vida que tenía olvidada… es mi “terapia” favorita. Con él he aprendido a desprenderme de la rabia, a darle vida propia sin que me afecte a mí directamente; a pararme en seco y plantarle cara a mis mayores miedos; a expresar a través de mi cuerpo lo que llevo dentro; a volver a confiar en la mirada de los otros; a compartir emociones; a dar abrazos (algo que me costaba una barbaridad); a empezar a confiar en mí y a quererme un poquito más (algo que también tenía en el olvido).
Siento que mi relación con el flamenco es una bonita relación de amor; estoy enamorada de sus cantes, de sus bailes, de sus guitarras… no me imagino una vida sin él.
A ver qué hago yo este verano sin ir a las clases… ay!!
Siento que algo bello ha nacido de toda esta reunión de Peter Pans que hemos formado y siento que esta unión será algo que resistirá todo lo que quiera venir. Me siento orgullosa de cada uno de vosotros.
Nos queda mucho por descubrir de cada uno de nosotros y estoy convencida de que disfrutaremos de ese proceso de la misma manera que ahora hacemos. Y es que somos una familia de flamenquitos que nos apoyamos unos en otros, que nos ayudamos, que tenemos largas conversaciones… y un largo etc .
Ese apoyo y cariño constantes y sin condiciones que recibo de vosotros es una fuerza que me empuja a seguir adelante y a enfrentarme a las cosillas con otra cara… os llevo aquí dentro… un trocito de mi corazón os pertenece.
Además de todo lo que nos ha aportado a cada uno de nosotros a nivel personal, el flamenco nos ha unido; ha hecho de nosotros una piña que rebosa entusiasmo, energía, alegría, amor, cariño,…. Y, encima, tenemos un maestro que es pá quitarse el sombrero… No tengo palabras… ¿qué más se podría pedir?
Me siento privilegiada por tener a mi lado a esa Piña con sus piñoncitos; de haberos cantao y que me hayáis regalado esos bailes mientras yo cantaba (nunca lo olvidaré).
Gracias a todos y cada uno de vosotros por ser como sois, por ser como somos, sin máscaras ni disfraces sólo puras almas; me llevo conmigo cada momento que he vivido a vuestra vera.
Pero mi mayor orgullo, sin duda, es haber vuelto a nacer en el flamenco de vuestra mano y sintiendo vuestro apoyo constante e incondicional, dando pasitos cada día. Esto que estoy viviendo no se me va a olvidar en la vida.
Sólo me queda deciros un par de cosillas:
¡Un olé por el flamenco!
¡Un olé por la autoestima flamenca!
¡Un olé por la Piña con sus piñoncitos!
¡Un olé por la fragoneta del Juanma!
¡Un ooolééééé por la medre que os parió!
Os quiero Piña