Anglicismos a casco porro

Esta propuesta es un juego, una invitación a crear, a recordar, a atreverse. Es lo mejor que se me ocurre tras mirar con fastidio en el diccionario, como cada semana, el significado de esa nueva palabra en inglés que alguien suelta en una conversación o leo en cualquier sitio.

 

Ya sé que las lenguas se transforman y crecen así, que vivimos en un mundo globalizado, que todo el mundo importamos palabras de otros idiomas y, al fin, ¿quién no ha jugado a usar expresiones en español traducidas literalmente del tipo de “Lost to the river” (lo perdido, al río)? No, no estoy en contra, pero es como el turismo: cuando aumenta exponencialmente el número deja de ser una fuente de riqueza para convertirse en un problema. Por ese motivo, no me quejo ante lo inevitable sino que esquivo los golpes y, de camino, trato de convertir esos movimientos en una danza.

 

Al escuchar anglicismos para nombrar términos, no solo de tecnología -que son multitud-, sino de cualquier ámbito profesional, de relaciones personales e incluso de sexualidad, me asalta una desagradable sensación de ignorancia, de inferioridad. Sin embargo, siento que me conecto con la sabiduría de mis antepasados cuando aprendo o recupero palabras añejas, siento que mi mundo se ensancha cuando incorporo localismos o términos característicos de alguna zona exótica de América Latina.

 

Han sucedido dos eventos que han hecho que se colme el vaso. Uno fue cuando asistí a una mesa redonda por Internet; una de las ponentes, a la que admiro mucho y leo semanalmente sus artículos acerca de feminismo, vestía una camiseta que ella misma había rotulado con la frase “Don’t fake orgasms” (No finjas los orgasmos). Cuando el resto de las ponentes repararon en el texto la felicitaron e iniciaron una interesante conversación sobre ese lamentable comportamiento al que se ven abocadas muchas mujeres. No obstante, yo me sentí muy frustrado: trabajo con muchas mujeres de edad madura, muchas de ellas con riesgo de exclusión, a las que ese mensaje les vendría muy bien poder leerlo en un idioma comprensible para ellas. Es más, han tomado conciencia del problema que representa en su vida cotidiana la desinformación desde que nombran las “Fake news” como bulos.

 

El otro evento fue en relación con el término “lawfare”. Después de leer el interesante artículo “Lawfare y otros palabros” en elDiario.es comprendí que esa expresión en inglés apenas aparece en los diccionarios ni se utiliza tan frecuentemente como aquí. María Ramírez dice en él “El uso del inglés tal vez haga pensar a los políticos españoles que están expresando algo más importante que si lo hicieran en castellano y sirve de coartada para no tener que explicar exactamente a qué se refieren”.

 

De esta forma el vaso se rebosó e inicié la danza de las palabras: si tu sensibilidad se asemeja a la mía, si tienes la misma necesidad de incorporar palabras que no procedan exclusivamente del inglés te invito a que te unas a este baile: publiquemos en cada número de esta revista una lista de anglicismos junto a una palabra alternativa en castellano que, a ser posible, nos despierte una sonrisa de satisfacción. Ahí va una un primer acercamiento:

 

– Selfie – autorretrato

– Fake news – bulo, embuste, infundio

– Rider – cosario

– Online – en línea

– Chemtrails – estelas de los aviones

– Feeling – buen rollo, buena onda.

 

Y si no existe una palabra equivalente, inventémosla, como “encarasentada” para nombrar la práctica erótica del “Face sitting”.

 

 

 

Carlos Sepúlveda

Anglicismos a casco porro

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