Plegaria de la primavera

 

Yo invoco al Espíritu de la primavera, al que hace crecer a los tallos que desafían la gravedad, a esa fuerza de las hojas que empujan el aire para aspirar el sol que mueve todas las aguas, al que anima a las flores cuya razón de ser es mostrar su sexo jugoso.

Yo invoco a los ojos de la loba salvaje para que inunde los míos de su luz cabal, alerta y amorosa.

Yo invoco al aire cargado de azahar, a la química del vino que alegra los corazones y enciende el deseo, para que me vista del aura que cautiva.

Yo invoco a las sombras del mundo, para que se alíen con la mía e inunden de tinieblas a mis personajes de opereta, para que dibujen líneas precisas en mi porte de espiga canosa.

Yo invoco al agua que danza en el aire, al rocío que beben las hierbas más inocentes, para que llame a mis lágrimas y arrastren las  incomprensiones, las decepciones de fabricación por cuenta propia y ajena, el rencor y la revancha fuera de compás.

Yo invoco a la piel que rezuma instintos, para que envuelva a la mía, vibren la canción de los encuentros, me roce y me regale realidades, para que me transporte donde haya generosidad y gusto por el gustito.

Yo invoco al duende del juego y del misterio, para que ocupe el lugar de las cavilaciones y del etéreo soñador enamoradizo, para que preñe mis movimientos de la risa de la primavera que me brota por los poros.

Yo invoco a las semillas que sembré y regué con cuidaíto y amor, para que beban sudores y flujos, para que germinen, que trepen buscando belleza, complicidad para el placer y libertades; para que coman del calor que desprendo, que crezcan animadas por el baile no pretendido, por el baile de los gestos, por el baile de cada día, el baile de los pelos, lo desconocido y la buena onda. Que broten y se desarrollen arrimaítas a mí y me den de comer tallitos tiernos AHORA.

orquídea

Carlos Sepúlveda